domingo, 22 de junio de 2008

ESCRIBIR ES UN DOLOR o DIDASCALIAS DEL PERIODISMO LITERARIO



Reinaldo Cedeño Pineda
(Licenciado en Periodismo y Máster en Comunicación Social)


Escribir es un dolor, escribió José Martí. Dulce dolor. A veces, un orgasmo, y otras un desastre, pero en todo caso, como no se renuncia al amor, no se renuncia al papel.

En mis años universitarios siempre escuché con humildad y disciplina; pero allá dentro se movía también el diablillo de la irreverencia. Y mientras unos se aferraban a los límites entre periodismo y literatura, yo escribía.

El puente entre un cuento y un reportaje son las palabras, ora como besos, ora como saetas; pero sin Dios que pueda arrancarlas. Traigo algunas preguntas respondidas, pero tantas por contestar que me asusto.

Cuando alguien dijo que una imagen vale más que mil palabras; curiosamente, no pudo transmitir tan subversivo mensaje sin palabras.

Tan importantes son que una, una sola puede salvar la vida:

-¡Cuidado!... puede ser el límite entre la vida y la muerte, ha dicho Gabriel García Márquez.

Aunque hablar a estas alturas de la inmediatez de los medios audiovisuales o de la Internet, resulta una verdad de Perogrullo; valga apuntar que esta condición –aunque no sea la única– ha impelido a los diarios y semanarios a trabajar sobre niveles menos inmediatos de información, han dado paso a columnas o columnistas, y a los grandes reportajes. A ello se suman las revistas, con la posibilidad –y el reto– de tratar los temas más a fondo.

De todo hemos visto en la viña del señor.

Comencemos este viaje por el principio, sumergiéndonos un instante en textos de… finales del siglo diecinueve:

[…] se levantaba del sillón como si le quemase: se apretaba las sienes con las dos manos, andaba a grandes pasos por la celda y parecía como si tuviese un gran dolor […] se le encendían los ojos, y se volvía a sentar, de codos en la mesa, con la cara llena de lágrimas. [1]
(“El Padre Las Casas”)

Fisher se balancea, retiembla, quiere zafar del nudo el cuello entero […] Engel se mece en su sayón flotante, le sube y baja el pecho como la marejada […] Spies en danza espantable, cuelga girando como un saco de muecas […] se da en la frente con las rodillas, sube una pierna, extiende las dos, tamborinea; y al fin expira rota la nuca hacia delante, saludando con la cabeza a los espectadores. [2]
(“Un drama terrible”)

Echémosle otra ojeada, saboreemos cada frase. Fragmentos que nos dejan suspensos. Hechos y personajes que se nos revelan, cual si pasara delante de nosotros, un largometraje. José Martí, el autor de estos artículos, es común referencia en la historia de la literatura y del periodismo cubano, en ambos. No tenía un pie en cada pilote, cruzó el puente en su condición íntegra de escritor.

Ejemplificar con la obra martiana, no es copiarle. No es posible hacerlo, ni hará falta. El ejercicio consiste en mirar analíticamente la médula de su prosa, para apropiarse de ciertas claves, esas que permanecen tan útiles para el ejercicio de la profesión como en su tiempo. Martí es un verdadero pintor con palabras. Esa es una de sus claves de eternidad.

Aunque, por supuesto, no ha conocido al padre Bartolomé de Las Casas, redimensiona su figura, la recompone a trazos, sabe darle su segunda oportunidad de sobrevida. Ese instante de angustia, ese sufrimiento supremo cuando escribía sobre la destrucción de Las Indias, Martí no lo dice: lo muestra.

No comete el error de escribir, por ejemplo: “El Padre Bartolomé de Las Casas está angustiado”: nos toma de la mano para que lo veamos padecer. No da cabida a otra pifia: la enumeración de hechos más o menos conocidos, al estilo de un informe; muy al contrario: selecciona los de mayor relevancia. Y en su laboreo a posteriori, ilumina las ideas.

La certeza de que estamos sentados en la ejecución de los Mártires de Chicago, casi nos desespera, en Un drama terrible.

El reverso de resultados como estos, deviene de aquel que pretende aprehender un hecho “objetivamente”, desde la letra, sin prender los ojos en él.

Cuando se escribe "Esta tarde había un calor infernal", la frase cae, porque es ciega, por más infernal que parezca. Si, en cambio, se alude a como la gente se quitaba la camisa, el lector –siempre activo, jamás subestimable– “puede ver” las gotas de sudor y hasta imaginarse el color de la camisa, el torso desnudo…

¿Qué aportaba Las Casas a su época, sino el retrato de un hombre justo que no se rindió nunca? ¿Cómo dialoga con nosotros, un hecho o un personaje del pasado? Martí sabe hallar la trascendencia, a partir de un discernimiento radical de elementos. Se trata de un análisis afincado en las esencias, no en las apariencias; en la obra más que en la cuna; en las grandezas por encima de las vacilaciones.

Sólo con tal claridad pudo justipreciar a figuras como Oscar Wilde o Walt Whitman, marcadas por la hipocresía de la época; o al propio Heredia.

Mientras Del Monte golpea al cubano con aquel mote terrible de ángel caído −tras pisar tierra cubana con autorización del Capitán General− .José Martí saja la brecha desde su discernimiento radical, se asoma a la sensibilidad humana dentro del héroe que “el poeta había tenido valor para todo, menos para morir sin volver a ver a su madre y a sus palmas”. [3]

Avancemos en el tiempo para detenernos en esta crónica del maestro Víctor Joaquín Ortega: “Canto por el último lugar”, dedicado a la campeona polaca Irene Szewinska, durante su participación en los Juegos Olímpicos de Moscú 80:
“La veo correr. El dolor me invade. Llega última en la serie semifinal […] No la esperaba victoria, más nunca pensé verla caer, casi desfallecida, pálida: mordido el labio inferior, los ojos en otro sitio […] en su gloria, aún más lejos”. [4]

El autor ha retratado la imagen de la derrota. El hilo que une casi un siglo de periodismo: el del artículo martiano y el de la crónica deportiva, es la capacidad de pintar con palabras, de escribir con imágenes, todo lo cual ha dotado al relato de luz, dinamismo, sentido y unidad.

El uso del suspenso, los verbos de movimiento –y las descripciones cinematográficas–, así como los diferentes tropos de la lengua, no son materia privativa de la literatura ficcional. Son, primero, signos de la lengua, tan lícitos o inconvenientes, según el uso y la función para los que se les designe.

El “terror a la metáfora” en materia periodística, se basa en la suposición de que esta oscurece o adorna innecesariamente el texto. Lejos de eso, los tropos bien plantados por así decirlo, iluminan. No adornan, profundizan. No redundan, redondean. Es más, en ocasiones, son imprescindibles.

Cuando se trata una materia poco conocida, hay que buscar asociaciones, y allí el símil presta una ayuda incalculable. Una pregunta retórica, es un llamado a la reflexión. Un epifonema, máxima que resume toda la tesis de un trabajo, se presenta como un toque diamantino en los finales.

La hipérbole suele ser muy útil para matizar situaciones difíciles, dar un toque irónico o imitar lenguajes.

Eso sí, no hay que salir a buscarlas per se, son ellas las que nos encuentran. La guía es una: la necesidad expresiva, y su utilización se halla en relación directa con la intencionalidad del mensaje.

El hecho estético que representa la selección de un determinado repertorio lingüístico, acompaña al hecho comunicativo y ha de estar en función de él, como la hoja de un cuchillo en su envoltura. En cambio, su desbordamiento, lo arrasa todo.
El periodismo literario exige una indisoluble unión ideo-estilística. La verdad que se tiene, transmítase de la manera más sólida, comprometida, inquietante y hermosa que sea posible.

Ahí está Martí, desde La Edad de Oro, mostrándonos la Torre Eiffel: “Arrancan de la tierra, rodeados de palacios, sus cuatro pies de hierro, se juntan en arco, y van ya casi unidos hasta el segundo estrado de la torre, alto como la pirámide de Cheops: de allí fina como un encaje, valiente como un héroe, delgada como una flecha, sube más arriba […] En lo alto de la cúpula, ha hecho su nido una golondrina”. [5]

Casi no hay que decirlo. Esa golondrina es como la gema de la corona, valga el símil empleado.

Martí antecedió a Tom Wolfe y su Nuevo Periodismo con sus escenas y diálogos, con sus preguntas provocadoras, con la gente “anónima” tomada como protagonista. Y a Martí, lo antecedió Daniel Defoe y su Diario del Año de la Peste… Al respecto, en tiempos recientes, la doctora Yamile Haber Guerra, de la Universidad de Oriente, advierte que el periodismo literario no se trata de “escribir bonito”:

“Dicen sus detractores que el periodismo literario resta objetividad a esta profesión. Mas todo lo contrario: aporta nuevas formas de objetividad. No es precisamente hacer un periodismo lírico: te sientas y la imaginación lo hace todo por ti; se trata de construir una base material informativa que permita formas superiores de montaje y proyectos de narración del hecho noticioso.” [6]

Y no estamos hablando de la crónica. No se quiera ver al periodismo literario con la sinonimia de la crónica, ni de ningún otro género específico. Se trata de un concepto, de la asunción de una forma, de una manera sostenida y argumentada de “producir” el texto periodístico que privilegia una comunicación más íntima, menos impersonal.

El periodismo literario podría ser un antídoto contra la caducidad de los mensajes, y es ante todo, una voluntad de estilo.

La crónica, como relato emocional de un hecho, suele cargar sobre sí toda la materia literaria que se le escamotea a otras formas. No es necesario que se trate de la entrevista a un escritor o de la crónica de una medalla olímpica, para encontrar palabras que “novelicen” el hecho.

¿Puede escribirse literariamente sobre la recolección de café? Sí. ¿Una “simple” información? Sí. ¿Puede narrarse un descubrimiento científico utilizando el estilo del periodismo literario? Sí, muchas veces sí.

Claro, el periodismo literario exige un redactor eficiente que se mueva entre los diálogos y los párrafos con soltura, más que entre los quiénes y los cuándos, que en ocasiones –al no devenir de la lógica de lo narrado–, son apuntalados con un disparo.

El periodismo literario exige mucha atención. Mucha atención, repito, para escuchar el callado estruendo que apuntara Lezama. Un periodista que anote y compare. Un periodista capaz de recrear y fabular. La imaginación es la sal de este banquete.

Entrevistar es saber escuchar, para que no se nos vaya en la premura de la próxima pregunta prefabricada, la provocación o el germen de la interrogante que en ese justo momento se anda gestando delante nuestro. Y el periodista, en ese intercambio íntimo, ha de estar a la altura del entrevistado, ha de sobrepasar la varilla como un recordista. Y su pértiga es sólo una: la preparación y el estudio; otra verdad de Perogrullo, que no obstante, algunos se saltan.

La entrevista exige agudeza y lecturas anteriores. ¿Cuántas veces no nos hemos quedado a la zaga? ¿Cuántas veces hemos desaprovechado un testimoniante excepcional? ¿Y, cuántas, lo más terrible –visto nuestro desconocimiento–, el entrevistado nos mira compasivamente, se burla en su interior y nos entrega respuestas anémicas, corteses, casi inservibles... que tal vez comente con hilaridad en su próxima tertulia?

El experimentado colega Luis Sexto, bien apuntaba:

[…] El periodismo, no obstante todos sus vínculos con la realidad noticiosa halla su dimensión más duradera e influyente cuando se aproxima a lo literario-estético mediante el trabajo del estilo y las técnicas narrativas. Norman Mailer, a quien se le atribuye, entre otros, un reverdecer del periodismo literario, dijo que era posible contar la historia como novela y la novela como historia. Por ello, tal vez los reportajes de John Reed puedan ser leídos aún con una pasmosa actualidad. También los de Pablo de la Torriente Brau. Trascendieron el círculo inmediato de lo perecedero, para insertarse en la órbita de lo permanente, al expresar sus enunciados sobre el discurrir cotidiano en un movimiento narrativo pleno de vitalidad. [7]

La fabulación periodística, no falsea los elementos medulares del relato. No puede hacerlo. Se presenta, eso sí como elemento ideal en la creación de atmósferas y el sostenimiento del clímax.

La “objetividad periodística” es una fórmula, no una realidad. Es una construcción intelectual relativa, basada en el presupuesto de que la realidad puede ser “más o menos” atrapada, que los profesionales pueden someterla si se apegan a determinados mecanismos; pero… en realidad, “la realidad” se resiste, es inasible.

No hay posibilidad de reflejar la realidad tal cual de ninguna manera, tal vez sólo de refractarla, como se divisa un rostro en el agua. Ni siquiera una cámara de cine o fotográfica puede ser fiel. ¿Quién no sabe que, en esos casos, se toma sólo una parte de la realidad seleccionada, que la selección implica ya por sí, dejar otra parte fuera?

Desde la fuente de información, la interpretación de los datos obtenidos y el repertorio lingüístico escogido, hasta la relectura del trabajo por el destinatario, se activan múltiples subjetividades, mediadas por intereses, culturas, factores sicológicos, sicosociales y un largo etcétera, que es inherente por naturaleza, en una labor artística como el periodismo.

Eso, pese a haberme encontrado (a estas alturas), que se pretende hacer fuego con maderos y se guardan el encendedor en el bolsillo. Eso, y no otra cosa, es la consideración de algunos de nuestros medios de prensa que intentan reservar al periodista una categoría técnica.

Prosigamos.

¿Vio Martí una golondrina en la cúpula de la torre Eiffel durante una Exposición de París que tan bien describe en La Edad de Oro, pero a la que no asistió?

¿Sólo es posible escribir de hechos presenciados por el propio periodista?

¿Se mordió el labio Irene Szewinska en su fracaso olímpico? ¿Han perdido objetividad tales relatos?

Mientras usted se contesta estas preguntas, antes de finalizar, permítaseme sólo unas consideraciones sobre los títulos, otra zona en la que se mueve el periodismo literario. En el mundo actual, en la red digital interconectada, los titulares se han vuelto definitivos.

Una lista de titulares, un clic sobre el mejor de ellos para el “desayuno informático” diario, y se despliega el texto. Vivimos hoy una competencia de titulares.

Si se entiende el titular, no sólo como el simple encabezamiento, sino además como la tarjeta de presentación, la vitrina, la sustancia y el latido de la información, ya estaremos justipreciando su valía.

El titular es portador de un alto rendimiento comunicativo. Es capaz de lograr el impacto o “una focalización selectiva de la atención”. [8]

Un titular iluminado es aquel que basa su hechura en el diseño de una frase ingeniosa que asalta y sacude, que toma por sorpresa al lector, con un poder de sugerencia que hace imposible pasarle de largo.

¿Quién no recuerda ciertos títulos de obras como La consagración de la primavera o El pájaro de fuego? ¿Qué los ha hecho perennes en nuestra memoria?
En mi opinión, yerra aquella clasificación que le endilga a los títulos, los términos de “llamativos” o “literarios”, cuando estos se ponen en el mismo nivel de elaboración que los de un filme o una novela. La excepción debería ser la regla. El título de un artículo no es menos.

(VER: La maldición de poner un título o Funcionalidad comunicativa de los titulares de prensa; http://periodistadecuba.blogspot.com/2008/06/la-maldicin-de-poner-un-ttulo-o.html )

No existe un periodismo sostenido en el aire. El periodismo sin hechos concretos e investigación, es polvo, aunque sea más o menos literario; pero las palabras siguen siendo la materia prima. Las palabras son un río inatrapable: dominar su cauce, hallarle sus meandros, admirarle sus cascadas; he ahí el sempiterno reto.

Como en mis años universitarios, sigo escuchando con humildad; pero igual, dejo que otros le anden buscando las junturas o las desavenencias al Periodismo y la Literatura. Yo, entretanto, escribo.

Notas:

[1] José Martí: “El Padre las Casas”, en La Edad de Oro, Obras Escogidas en tres tomos, T II, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1992 p.327.

[2] José Martí: “Un drama terrible”, en Obras escogidas en tres tomos, T II, Editorial de Ciencias sociales, La Habana, 1992 p.205. Aparecida originalmente en El Partido Liberal, de México, 27,29 y 30 de diciembre de 1887; y La Nación de Buenos Aires, 1ro de enero de 1888. Se refiere ala ejecución de los mártires de Chicago.

[3] José Martí: “Heredia”, en Obras completas, Editorial Nacional de Cuba, La Habana, 1963, p.175. Discurso pronunciado en Hardman Hall, 30 de noviembre de 1889.

[4] Víctor Joaquín Ortega: “Canto por el último lugar” en Desde Atenas, las Olimpiadas, Editora Abril, La Habana, 1988, p. 154.

[5] Este detalle lo tomó Martí de un texto más bien poético de la revista L’ Exposition de Paris titulado Le nid de la torre Effiel, formado por Fulbert Durmommtel que decía: “Sobre la Tierre Effiel una golondrina ha descendido por un rayo de sol… / Su nido frágil y amable corona la más alta corona del más alto monumento del globo”, en José Martí: La exposición de París (edición crítica), investigación, presentación, estudio valorativo y notas Salvador Arias., Centro de Estudios Martianos, 2001, p. 78-79. Esta manera de asimilación martiana refuerza su genialidad.

[6] Yamile Haber Guerra: “Periodismo y literatura”, en revista Ámbito, Holguín, N. 109, edición especial, 1997, p.4.

[7] Luis Sexto “Un bizancio contemporáneo”, en La Tecla, Ciego de Ávila, www.latecla.cu/literario.htm.

[8] Daniel Goleman: Inteligencia emocional, Editorial Cairos, Madrid; 46.edición, 1996, p.76.

OFICIO DE CRONISTA...


Reinaldo Cedeño Pineda
(Licenciado en Periodismo y Máster en Comunicación Social)


GÉNERO CRÓNICA---- He visto cada cosas queriendo pasar por crónicas…que me he lanzado al ruedo.

Bien lo dijo el crítico Rolando Pérez Betancourt, la crónica es “ese jíbaro”. Algo cuasi inasible, difícil de atrapar, de definir y sobre todo de hacer… porque ya se ha dicho que una delgada línea separa lo sublime… de lo ridículo.

Los manuales de periodismo de mi época de estudiante –principios de los noventa- se enredaban en consideraciones como que la crónica “usaba técnicas de la literatura”, una verdadera estrechez.

¿Buscar fronteras absolutas entre literatura y periodismo? ¿Sería lícito y congruente a estas alturas, hablar de “literatura pura” y “periodismo puro” como si se hablara de dos islas con un océano por medio? ¿Cuánta validez tendrían semejantes “purismos”?

Otros han dicho que la diferencia estriba en que el periodismo es sobre todo “comunicación”, y la literatura, “estética”.

Sigo en el bando contrario.

Si para comunicarse en ambos casos se utiliza la lengua, ¿por qué despojar la idea de sus vestiduras? ¿O peor, es posible que tales vestiduras, envuelvan la idea de manera tal, que esta se oculte entre sus pliegues?

¿Quién puede afirmar que los tropos y las galanuras de la lengua son pura materia “literaria”? ¿Quién las autoriza para un cuento y se las niega a una crónica o un reportaje?

Hay quien ve en la crónica una sustancia: “perio-literaria”.

La lengua es de los hablantes y de los escribientes, independientemente de lo que se vaya a escribir: un cuento, un reportaje, una carta o un breve mensaje.

Hasta en el habla oral, no es posible obviar metáforas, hipérboles o símiles, mucho más de lo que habitualmente se cree.

Deténgase ahora mismo y verá cuantas sorpresas le salen al camino.

Unos dicen que ya no hay “géneros puros”, los han desterrado, y sin que falten cuotas -que la verdad se construye a trazos-… he sospechado que se trata en más de un caso de un comodín, cuando no de una carencia.

Ahí está José Martí, tendiendo el puente: “Dígase la verdad que se tiene, con el mayor arte con que se pueda decirla”.

La idea sin rebajar la forma.

La crónica es el río, el líquido vital por su justo cauce, sin desbordamientos dañinos.

Todo parece quedar fundido en tiempos más modernos con el llamado periodismo literario. Permítame Maestro, acudir de nuevo a su savia esclarecedora:

“Que un periódico sea literario no depende de que se vierta en él mucha literatura, sino de que se escriba literariamente todo”. (José Martí)

En mis tiempos imberbes –cada vez más lejanos- tras un ejercicio de búsqueda y discriminación de textos en español y otros idiomas, logramos un concepto hecho por nosotros mismos, vistas las minusvalías de las definiciones consultadas, al menos a nuestro entender.

Las confusiones de la “crónica periodística” con el “contar los hechos cronológicamente” a la manera de un diario o una carta de relación… era alarmante. Y aún.

Me sentí un descubridor… cuando escribí en la pizarra, impulsado por una de esas profesoras inolvidables, Yamile Haber. Entonces….

Crónica es un relato con libertad de imaginación, donde lo más importante es el elemento emotivo de lo que se narra.

Vuelvo a Rolando Pérez Betancourt, un arriesgado que sabe bien cuanto habla:

“Desde hace mucho tiempo sostengo que se puede escribir una crónica de cualquier tema: un vaso, un río, la noche, un lápiz, una cazuela, mi abuela… Asuntos en los cuales muchas veces no hay un acontecimiento noticioso y la recreación literaria es el mayor interés… Se puede escribir un bellísima crónica sobre una cazuela, pero ¡hay que pulirla!”.

La inclusión de las crónicas entre los “géneros informativos” hace que se insista en lo “informativo” o “actual” que deba tener.

¿El carácter central (la columna de todo), está en el estilo, en el contar; o en la actualidad?

¿Carece de información una crónica?

¿Dejaría de ser crónica, la historia de una cazuela… porque no se trate de la narración de un acto masivo o del triunfo en los Juegos Olímpicos?

Bueno, no nos apresuremos… tal vez habría que ver la historia de esa cazuela, para darle las palmas o un cacerolazo.

¿El cronista escribe de hoy y para hoy; o escribe desde su tiempo, sobre cualquier otro tiempo y hecho… acaso, para todos los tiempos?

¿Por qué entonces leemos algunas crónicas de épocas idas, con igual interés? ¿Se propusieron hacer periodismo, comunicar; o hacían literatura? ¿Hacían ya el periodismo literario que hoy pretendemos “descubrir” y “etiquetar”?

Cuantas interrogantes se agolpan.

Acudo pues al viejo Martín Vivaldi: “El cronista no es como el fotógrafo que reproduce un paisaje; es el pincel de pintor que interpreta la naturaleza, prestándole un acusado matiz subjetivo”.

La crónica es una pintura con palabras, acaso con un pincel muy delicado.

Y sigo: ¿Por qué se le endilga “subjetividad” sólo a la crónica… y “objetividad” a la noticia?

Vieja llaga que toco…

¿Existe una descripción “objetiva” que pueda ser aséptica de ideas?

¿Es que acaso el acto de reflejo de la realidad en nuestra mente, no pasa ya de por sí por la subjetividad de nuestros conocimientos previos, filiaciones culturales y sentimentales?

¿Cuándo escogemos un repertorio de palabras y rechazamos otras… no hacemos ya uso de nuestra prerrogativa “subjetiva”?

¿La realidad pueda ser reflejada con letras, puede ser calcada….o apenas refractada, re-creada?

Incluso, ¿una fotografía capta toda la realidad o sólo aquella parte que enfocamos, que seleccionamos en un determinado instante?

Estoy casi a punto de extraviarme como mis antecesores sobre la crónica, pero les excuso, que de los temas apasionados, no se sale de un plumazo.

Encuentro un asidero en el Diccionario Periodístico de Evelio Tellería. El tiempo le ha pasado, es verdad, pero todavía hay rayos como soles.

“En la crónica, decimos nosotros, como tipo de trabajo en que es fundamental la impresión personal de quien escribe, no hay que ajustarse a patrones propios de la información noticiosa, aunque la crónica contenga fases informativas”.

¿Qué son esas fases informativas? ¿Ciertos asideros con la actualidad? ¿Acaso puede hacerse una crónica desligada de un hecho dado y se necesita remarcar lo de las fases informativas?

¿Y qué es actualidad? ¿Lo que ocurre ahora mismo o un hecho al que le busquemos su arista que “lo traigan” al hoy?

Y lo más importante a mi modo de ver. Condición sine qua non…. ¿Radica el interés de un relato en lo que sucedió esta mañana… o en como se cuenta hoy lo que sucedió tal vez hace muchas mañanas? ¿Eso lo rebaja?

¿Estoy en un atolladero? ¿O en la trampa de las definiciones de las definiciones?

La crónica abre la coraza para que el suceso “penetre” y no se puede hacer desde el aire, ni confundirse con el adorno ni las palabritas hermosas o “pretendidamente literarias”

Recuérdese la delgada raya entre lo sublime y… lo otro.

Y que el periodismo, aunque puede fabular en el aspecto narrativo, no es fábula, ni es invento de hechos que nunca ocurrieron.

Ni se puede escribirse para un periódico, ignorando que posiblemente la imagen o la radio, ya pusieron la noticia en circulación.

Decirlo mejor, se presenta tan importante como decirlo primero. Y decirlo mejor, es ser más intenso.

La crónica es pues, un relato escrito cinematográficamente desde la emoción.

La crónica es el arte de descubrir las alas de un hecho y echarse a volar con él.

La crónica es la estética en función comunicativa.

Regreso a los cronistas. Elio Constantín emite sus ideas:

“La crónica por su carácter de cosa no inmediata, no precipitada, debe poseer más calidad literaria que la simple información o noticia. No se puede como en el caso del reportaje fijar normas estrechas para la confección de una crónica, porque su belleza o su deficiencia irá en razón directa con la capacidad de quien escribe”.

Aunque no creo en la “simpleza” de una información ni en las “normas estrechas” de un reportaje, el experimentado periodista remarca el “yo” del cronista… lo que no quiere decir per se, que el cronista, el “yo”, sustituya al hecho.

Crónica es el relato de un hecho que cala. Y eso determina como es narrado, para que siga penetrando en quien lee, escucha o ve.

La crónica es pues, el relato emocional de un hecho.

Y aquí lo dejo… por ahora. ¿Y usted, no se anima a cronicar?

sábado, 21 de junio de 2008

LA MALDICIÓN DE PONER UN TÍTULO o FUNCIONALIDAD COMUNICATIVA DE LOS TITULARES DE PRENSA

REINALDO CEDEÑO PINEDA

(Licenciado en Periodismo y Máster en Ciencias de l Comunicación Social)


(VERSIÓN especial de la la tesis de Maestría en Comunicación Social, 2004. Revisada y ampliada, 2007)


“¡Alguien bueno buscó usted para tomar consejos acerca de títulos! Si para mí eso es lo más difícil”, respondía el afamado escritor ruso Máximo Gorki a un novel aspirante que le pedía ayuda. Y es que no importa cuan avezado se esté en el mundo de las letras, un título siempre es un reto.

La comunicación social es un acto conciente y los medios masivos aparecen diseñados para cumplir tal cometido. Los textos periodísticos se presentan, entonces, como vías imprescindibles para la transmisión de los mensajes elaborados en los medios –aunque no los únicos–; y en consecuencia, delinear su capacidad comunicativa, es piedra de toque del proceso comunicativo.

Si admitimos que el título de un texto periodístico no es sólo la primera frase que se lee, exhibe, destaca o pronuncia en un texto; sino la quintaesencia de lo escrito y la gota suprema de condensación, podemos aquilatar su cardinal importancia.

Cierre un momento los ojos e imagínese un mundo sin periódicos y revistas, sin radio, televisión e Internet… imposible, estamos en la Era de la Comunicación; pero se impone una breve referencia histórica.

En las primeras décadas del siglo diecinueve, el New York Times, comienza a separar las noticias con pequeños títulos, procedimiento que luego es introducido en España y en el ámbito hispanoamericano. Gordon Bennet (New York Herald) despliega grandes titulares e inicia una venta masiva con un estilo que luego se llamara sensacionalismo periodístico; pero el titular alcanza una verdadera revolución a partir de dos grandes magnates de la prensa, casi en los albores de la centuria del veinte: Joseph Pulitzer, desde el World y William Randolph Hearst, con el Morning Journal.

De esta manera se sobrepasaron los titulares abstractos y poco desplegados, los títulos estrechos encerrados en una columna o los extensos a modo de capítulos de libros, así como la relación noticiosa indiferenciada y consecutiva (bloque)… pero el titulaje no ha dejado de evolucionar hasta la prensa de hoy.

Este resumen es el resultado de un estudio múltiple que incluyó una lectura crítica de más de setecientos titulares –de la prensa cubana e internacional–. No nos limitamos a diarios tradicionales, porque a estas alturas no puede obviarse que a los periódicos impresos se han sumado las publicaciones webs.

En la práctica, emisoras de radio y televisión –cuyo lenguaje se construía a partir de códigos orales o de la visualidad–, han entrado a integrar las millones de páginas electrónicas que se ofrecen como alternativa al lector-oyente-televidente contemporáneos, y en su lenguaje de multimedia, han tenido que incorporar títulos, los resúmenes y lista de titulares, como elementos de la comunicación.


Asimismo, se procesaron encuestas a públicos y emisores, y entrevistas a expertos (periodistas activos y jefes de redacción de órganos impresos, digitales y audiovisuales), de manera tal que, en el despeje y entrecruzamiento de datos y criterios, hallásemos las regularidades que permiten definir como se construye un título: encabezamiento, tarjeta de presentación, vitrina, sustancia y latido de la información, portador de un alto rendimiento comunicativo, capaz de lograr el impacto o “una focalización selectiva de la atención”,[1] porque “un título necesariamente tiene que llamar la atención”[2].

Uno de los experimentos consistió en formar dos grupos de encuestados, expuestos a un grupo de titulares de diverso tipo –seleccionados, clasificados y organizados en grupos de a cuatro– alrededor de temas afines. La marca de títulos, sin la referencia del artículo, permitió evaluar la inclinación potencial hacia un tipo u otro (Ver esquema al final).

Asimismo, se evaluaron los elementos decisores a la hora de elegir una opción, para no sobreestimar el papel de los títulos en el proceso de recepción. De las propuestas sometidas a la marca, las tres variables definitivas en orden descendente resultaron: el interés por el tema, el título y el autor. Como se observa, el titular se erigió en factor de peso definitivo en la recepción selectiva del mensaje.

La exploración tomó como premisas la estrecha interrelación entre contenido del mensaje periodístico y su forma de expresión. La separación de titular y su texto subsiguiente sólo se ha realizado de manera experimental y metodológica. No se incluyeron en la investigación, los colores, la ubicación especial y los puntajes del título, porque nos centrábamos en especificidades funcionales a partir de estructuras formales, impacto y motivación; esos temas serán objetos de otros acercamientos que ya preparamos.

El mensaje no incide en el receptor de la manera que imaginamos o deseamos; se ha de tomar en cuenta su relevancia activa en el proceso de comunicación. Nuestro lector-oyente-televidente no es un ente pasivo, sino que aporta sus ideas propias, todo su corpus de experiencias y opiniones, y en su proceso de lectura se convierte en un reescritor del mensaje, en nuevo emisor.

La selectividad del receptor en el proceso de decodificación del mensaje, es clave a la hora de asumir una voluntad de estilo que premie la elaboración profesional y detenida del complejo titular. “Nos exponemos de manera selectiva para retener y/o responder los mensajes de los mass media y estas conductas están relacionadas con nuestra situación sicológica-emocional”[3].

Se nos solía vender la imagen de un trabajador apremiado por llegar a su labor, sosteniendo un periódico en la mano al que da una rápida ojeada, o tal vez, sentado en el butacón a la hora del reposo.

Los defensores de los titulares de carga esencialmente informativa, afirman que las exigencias de la vida cotidiana no permiten dedicar demasiado tiempo a la lectura y se vanaglorian que ese lector potencial haya podido informarse a través de los titulares.

Sin embargo, otros se encuentran en las antípodas: afirman que el título que no sea capaz de motivar al lector y de invitarlo a leer todo el artículo o parte de él, resulta una falsa concreción, un fallido intento de comunicación, como aquel que se queda en la orilla, sin entrar al mar.

Los medios impresos –revistas, semanarios, diarios– encuentran su handicap en la inmediatez de los medios audiovisuales y electrónicos, aunque muchos compartan ambas maneras. Este imperativo actual, exige combinar las notas informativas con los géneros de opinión y reportajes, los que a su vez, “piden” una cuidadosa elaboración titular que contribuya al propósito de reducir su caducidad y motivar la reflexión. Ese el espacio justo, el sello de los medios impresos.

Millones de seres-consumidores de información, siguen leyendo los periódicos en papel o se levantan haciendo clic en los vínculos e hipervínculos de los títulos subrayados –aunque no haya que perder de vista, las diferencias entre el mundo desarrollado y el inmenso Tercer Mundo–.

En las publicaciones digitales, la funcionalidad comunicativa del titular se presenta como condición sine qua non, porque en no pocas ocasiones, autor y artículo no aparecen visibles. Y, ante un titular decantado y poco sugerente, la recepción selectiva –el llamado “poder del dedo”– actúa inmediatamente: se mueve el dial, o se aprieta otra opción.

Una vez esbozadas estas consideraciones, vale apuntar que nuestra búsqueda apunta a una visión integral en el que aflore la funcionalidad comunicativa del titular. Esto es, hallar la dinámica, el equilibrio en la relación entre estructura del titular (formulación del enunciado, extensión y relación entre los elementos de su complejo) y su capacidad práctica para impactar al lector de manera tal que logre un acrecentamiento del interés por el texto.

Dicho brevemente: la correspondencia armónica entre la forma del titular y su función.

Congruentemente, será disfuncional el titular de prensa que se limite básicamente a constituir un encabezamiento destacado del texto en el orden gráfico –cual un adorno– y porte una baja capacidad para captar la atención.

Para este resumen, se reactualizaron algunos titulares, en función ilustrativa, respetando siempre la misma tipología.

CADA HECHO EXIGE SU TITULAR

Los sistemas de clasificación de titulares que se aplican en escuelas y redacciones son muy variados en su nomenclatura; mas suelen basarse en la consideración de tres aspectos esenciales de su estructura formal.

La primera es la formulación de su enunciado (títulos informativos que informan de manera directa y centran su enunciado en el valor noticioso, por lo general privilegian la acción a través del verbo; y los que formulan genéricamente un asunto, tesis o juicio, sugiriendo más que “verbalizando” y que pueden ser nominales o no. Se les ha llamado titulares genéricos o ideográficos).

Los criterios también atienden a la extensión (cantidad de elementos: palabras, números y signos) y la composición de su complejo titular (epígrafes, bajantes, título propiamente dicho, sumario y otros).

Esta es la primera gran división de los titulares (esencialmente informativos y genéricos), que en la práctica plantea dos filosofías –.resume el pensamiento de una generación– a la hora de construirlo.

Informativos

- El tsunami de Islas Salomón dejó al menos 20 muertos… (El Pais.com, Madrid 03/04/2007)

Explosión mata a 60 en ciudad santa de Irak (El Universal.com, México, domingo 29 de abril, 2007)

- Ejército se incauta de 30 libras marihuana transportadas en un saco en Mao (Listín Diario, Santo Domingo, 5/7/2007)

- Vicepresidente panameño destacaayuda médica de Cuba (Granma Internacional, La Habana, 7 mayo 2007)
Ideográficos o genéricos:


- El costo humano de Chernobyl (La Nacion.com, Buenos Aires, Argentina, martes 6 de
septiembre 2005, despacho de ANSA)

- Un pueblo llamado Evo Morales (El pais.com, Madrid, despacho de EFE, 07/05/2007)
-La intriga de un embajador (Noticias El Diario, Bolivia, 7 de mayo de 2007 )




Entre las formulaciones más comunes a la hora de elaborar un titular de prensa también destacan aquellos que incluyen citas. Estos últimos se construyen a partir de una declaración tomada literalmente a un personaje; se apropia del título de un filme, una canción o un libro… y hasta de una sentencia o refrán muy conocido, según exija el caso.

Esta última variante de titular puede aportar una cuota notable de singularidad a la formulación, si se sabe escoger una frase o declaración original y francamente redonda. También nos agrega el efecto de prestigio, siempre que provenga de una personalidad en la materia, lo que refuerza la autoridad de la cita; pero esto último puede trocarse: no siempre el entrevistado es capaz de lograr una declaración de altura.


La frase del titular debe sostenerse a sí misma, y cae, si el sostén es el nombre del famoso y no lo dicho, cual una muleta. Se corre el riesgo de jerarquizar una frase huera o endeble –cuando no ofensiva– si el cronista se empeña en entresacar una frase de brillo, donde no hay más que lugares comunes. Los titulares de citas, también se formulan de manera indirecta, lo que tantas veces resulta la vía adecuada para resumir una idea, expresarla de manera más concisa y evitar frases extensas que entorpecerían su efectividad.

- Eva Yerbabuena: «Al flamenco no le faltan figuras, sino ideas» (ABC. es, Madrid, 26-8-2005)
- El Papa dice que la ciencia no basta para explicar la creación
(Reuters.es, España, Miércoles, 11 de Abril, 2007)
- Nélida Piñón: "Quien no seduce, está negando su oficio humano"
La autora, que hoy recibirá el premio Príncipe de Asturias, habla de su nueva novela (La Nacion.com, 21 octubre 2005)

Existe otra variante de titular que algunos han dado en llamar titular de cuño, porque en su formulación acuña términos categóricos, rotundos, sin dejar lugar a dudas. Se emparenta con términos publicitarios, pues “vende” siempre lo mejor, lo último, lo más sonado, lo más grande… por lo que corre el riesgo de la exageración burda o la hipérbole engañosa.

No debe obnubilar al titulista, pues su alta funcionalidad comunicativa se rebaja, de prodigarse a hechos menores. El titular debe acompañar al hecho, no inflarle; ha de ser la funda exacta para la hoja.

El titular de cuño es ideal para lograr impacto, para magnificar una figura o un hecho.

- María Félix, la última gran diva mexicana // Nació el mismo día en que murió; su personalidad, belleza y glamour traspasaron la pantalla grande y las fronteras de su país natal (La Nacion.com, Buenos Aires, 8 de abril de 2005)

- Toyota, el "más grande del mundo" // La firma japonesa Toyota superó a la estadounidense General Motors para convertirse en la mayor empresa automotriz del mundo. (BBCmundo.com, Londres, 27 de abril de 2007)

-Venció Sarkozy: Francia será más conservadora (La Nacion.com, mayo 7, 2007)


Existe otro grupo de títulos no tradicionales. Se trata de aquellos basados en interrogantes significativas (titulares interrogativos), júbilo o sorpresa (titulares exclamativos), órdenes perentorias o deseos vehementes expresados de manera imperativa (titulares imperativos).

No es dable olvidar los titulares exhortativos o de convocatoria, que suelen reservarse para grandes movilizaciones: elecciones, manifestaciones y actos masivos, a través de exhortaciones que tocan resortes patrióticos, cívicos, sicológicos y de similar índole, llama. Es un llamado, no una orden explícita. Suele usarse además en conmemoraciones y en momentos de difícil coyuntura, sobre todo, política.

Estos titulares pueden usar los signos correspondientes o prescindir de ellos, porque el tono –irónico, suspicaz, inquisitivo– y la solidez de la pregunta o exhortación, es aquí lo definitivo. No es raro que una y otra variante suelan combinarse, siempre en pos de su mejor funcionalidad.

Sus formas resultan estratégicas porque logran la comunicación inmediata a través de formulaciones directas que sacuden el juicio y generan la opinión. De esta manera, el emisor se presenta como interlocutor personalizado que parece hablarle solamente a ese lector, se le figura más cercano y logra una sensación de individualidad muy cara al lector-oyente-televidente-cibernauta.

Al respecto se han realizado estudios en publicaciones femeninas como Mía, Cosmopolitan, Marie-Clarie y Ragazza. Resultan pertinentes para algunos temas muy actuales de política o economía, para revelar el trasfondo de sucesos o personalidades, pronósticos deportivos y para asuntos presididos por el valor noticioso curiosidad. A veces, se revelan como titulares insustituibles para colgar “el cascabel al gato”.

En los variados ejemplos a continuación, pueden observarse los matices, e inferirse las razones por las que se toman las variantes titulares.

Interrogativo:

-
¿Quién es "Condi" Rice?
Condoleezza Rice o "Condi" como le llaman en la Casa Blanca, es la primera mujer designada como asesora nacional de seguridad. (BBC. Mundo.com, 8 de abril de 2004)

-
¿Somos petroadictos? (El Mercurio, impreso, Santiago de Chile, 25 agosto 2005)

Exhortativo o de convocatoria:

A marchar este Primero de Mayo por los derechos de los Trabajadores (Bandera Roja en línea, San Juan, Puerto Rico, 30 de abril de 1998)
Imperativo:

- No llores, Condi, siempre os quedará Irán (web Guerra eterna, 2007/01/)


Imperativo-Exclamativo:

- "¡Váyase o la va a pasar mal!" // Un recorrido temerario por las calles de Dortmund; tras el triunfo de Alemania, grupos neonazis y polacos chocaron en una noche violenta (La Nación, impresa, 16 de junio de 2006)

-VIEJITO PASCUERO ¡NO TE MUERAS NUNCA! // Sobre “Papa Noel” y las Pascuas (Diario Electrónico, Radio Universidad Nacional de Chile, 26 de diciembre de 2006)

Interrogativo-Exclamativo-Imperativo:

- ¿Problemas en la cama? ¡A estudiar! //
(BBC.com, 7 octubre 2005)

De parodia:

- Las cuentas impagas lesionan la amistad
(La Nación, impresa, 28 de agosto de 2005)

- El cliente nunca tiene razón
(La Vanguardia .es, Moscú, 01/05/2006)



Aún queda un tipo de titular espectacular y difícil, a los que se ha dado en nombrar llamativos
–errada clasificación a mi entender, porque todos los títulos de cualquier clase deben cumplir esa condición–. Algunos se han empeñado en llamarles “titulares literarios”, como si el título de un artículo no requiriese la misma altura que el de una novela o un filme:

Hemos escogido la nomenclatura de titular iluminado.

Pueden formularse de manera nominal o utilizar verbos; pero lo importante es que basan su rendimiento su funcionalidad comunicativa en el diseño de una frase ingeniosa de gran espesor semántico, una frase que asalta y sacude, que toma por sorpresa al lector. Su poder de sugerencia es el pórtico a la lectura inmediata.

La formulación iluminada puede usarse en cualquier contexto y suele realzar acontecimientos que, expresados de manera rutinaria, quedarían en segundo plano. No le hace falta la apoyatura en signo alguno y suelen aparecer sin epígrafes ni sumarios.

El titular iluminado es un relámpago.

- Londres se derrite
Las carreteras se derriten, las vías de ferrocarril se tuercen… (BBC Mundo.com, Martes, 18 de julio de 2006 - 22:37 GMT)

- Francia está ciega (El Mercurio, Santiago de Chile, 14 de junio de 2006)

- El día que a D10S le cortaron las piernas (La Opinión, Los Ángeles)

En los ejemplos citados está claro que en Londres hace mucho calor –en realidad se trata de temperaturas entre 32 y 37 grados Celsius–. La formulación escogida por BBC Mundo, descartó títulos al estilo de “Ola de calor en Londres” o “Londres, 32 grados”, porque tales temperaturas se quedarían en el ámbito local o en el norte europeo; pero alejaría al potencial lector de países tropicales y ecuatoriales, donde tales grados son habituales.

Sobre todo, la imagen Londres se derrite es una verdadera pintura con palabras –puede verse “como se tuercen bajo el sol”, el Big Ben y el Palacio de Buckingham-. Es una opción que revela voluntad de estilo en el medio, una opción ya asimilada como costumbre, tal como corresponde a toda publicación web.

El caso de la ceguera de Francia tiene un impacto evidente. Aunque alude al discreto desempeño de Francia en el debut del mundial de Fútbol, al solitario gol; decanta un título como “Pobre debut de la escuadra francesa” y acude a una metáfora rotunda: Francia está ciega. Título breve, iluminado, que ha cerrado los ojos de la Torre Eiffel y el Palacio de Versalles, que lude al sequedad y la torpeza de manera iluminada.

El tercer ejemplo demuestra una cuidadosa construcción, porque hay en ella varios elementos. Alude al día en que a Diego Armando Maradona lo encontraron dopado por cocaína en el Mundial de Fútbol de los Estados Unidos. Es un artículo que hace la evocación, por tanto encuentra la dimensión y la trascendencia, para convertir en actual un tema ya pasado. Por otro lado, acude a una combinación para formar la palabra DIOS que en realidad escribe D10S. Es la D de Diego, y el 10 de su número de camiseta. Todo eso, por si fuese poco de la visualidad que es capaz de evocar: Un dios sin piernas….

Titular es la fusión de arte y técnica. El titulismo es una especialidad de las redacciones; pero comunicadores, periodistas y colaboradores de los medios de prensa, deben tener conocimientos y habilidad en las propuestas.

Un título nunca debe subestimar al lector.

Un titulista debe saber escribir en imágenes.

Es más exacto hablar de complejo titular que de título propiamente dicho, porque en no pocas ocasiones se utilizan elementos alrededor de la frase titular, antes o después de ella.


Los bajantes o subtítulos, epígrafes, sumarios o resúmenes, como integrantes del complejo titular pueden ampliar o precisar lo que expresa el título. Su empleo es conveniente cuando factores como la ubicación geográfica, el fechado o determinados aspectos del texto, resultan elementos claves en la comunicación. Su utilización puede contribuir a una formulación más precisa, de manera que evite títulos densos de varios pisos, que extravían su posibilidad real de impacto y dejan sin sentido al resto del texto.

El estudio no arrojó resultados definitivos a la pregunta: ¿Es mejor un título extenso o uno breve? Se demostró que unos y otros pueden ser funcionales, según sea su construcción; pero como tendencia, los breves (de hasta cinco-seis elementos) resultaron los de mayor impacto.

Un titular funcional encuentra el equilibrio entre la estructuración de su titular y su poder comunicativo. Se construye teniendo en cuenta su capacidad de sugerencia de imágenes, la cercanía al lector, explorando resortes emocionales y afectivos; el respeto por el público –sin sensacionalismos espurios– y su capacidad para acrecentar el interés por la lectura del texto que preside.

Si como a Gorki, le pidiesen a usted consejos para títulos, ojalá estas disquisiciones le hayan servido de algo, porque el título parece huir cuanto más se le busca. Es como esas piedras que se arrancan al centro de la tierra, que sólo tras mucho bruñirlas, dan luz.

NOTAS


[1] Daniel Goleman: Inteligencia emocional, Editorial Cairos, Madrid; 46.edición, 1996, p.76.
[2] Dra. María José Pou Amérigo: Sala de prensa, Valencia, España, 28 de febrero, 2002, p.23
http//www.saladeprensa.org
[3] Antonio Luis Marín, et. al: Sociología de las comunicaciones, Editorial Trotta, Madrid, 1999, p.154.

jueves, 19 de junio de 2008

SER PERIODISTA



Reinaldo Cedeño Pineda
(Licenciado en Periodismo y Máster en Ciencias de la Comunicación Social)


1.

Nunca supe como salí de aquel trance, como me pillaron desprevenido. Debí correr, lo admito, cuando divisé en la distancia el dedo posándose en mi hombro. Debí correr, pero me quedé anonadado, hundido en el banco…

Si yo estaba allí, ¿qué otro podía despedir el duelo?

Cuando aquel señor, entre severo y suplicante, vio la duda en mi rostro, el no en la punta de la lengua me espetó un demoledor; pero… ¡Usted es periodista!, ¿no?

Y lo había dicho todo.

A la parálisis sobrevino la acción. Tomé papel y lápiz, realicé unas entrevistas sumarias, garabateé la despedida de duelo por encargo…. y hasta escuché decir a la salida, que la mismísima difunta me había encargado pronunciar las últimas palabras.

Y es que eso es ser periodista: una marca de nacimiento que te sigue adondequiera que vayas, como tu propia sombra, como tu luz.

Ser periodista sustituirá tu nombre para siempre. Nadie tendrá problemas para dirigirse a ti. Cuando voltees el rostro, te habrás convertido en consejero, confesor, bibliotecario, maestro, siquiatra, historiador…

Algunos creerán que lo tienes que saber todo.

Harás las veces de arquitecto, electricista, plomero, diputado, gurú… pero tendrás que detenerte.
Tendrás que dar aliento a quien confió en ti sin conocerte…. A veces, se han quedado sin más, eres su esperanza. Querrás ser Dios, cuando eres sólo un periodista; pero aún te quedará estremecer las conciencias dormidas.

Escribir es el oficio más solitario del mundo. Una redacción es un taller a punto de estallar, sin torres ni marfiles. Y como buen periodista estarás siempre al filo de la navaja.

Para algunos, andas con no sé que osadía pecaminosa, a medio camino de la literatura, a punto casi. La vida te pondrá el listón más alto cada vez: tendrás que aprender a saltarlo.

Si debes tomar la pluma como un látigo –aunque lleve cascabeles en la punta– no esperes una postal a vuelta de correo. Tendrás que asumir las réplicas y las contrarréplicas. Y sabrás que las verdades tienen dos perros de presa, misteriosos y constantes: la forma y el momento…

Para los tocados por la crítica, nunca llegarás a la forma exacta de expresión. Y la búsqueda del instante adecuado se tornará una utopía, o un espejismo. Podrás verte solo frente a los molinos; pero ser periodista es ser Quijote.

Si por el camino has errado, bendecirás si estás a tiempo de enmendar unas líneas. Si te equivocas, querrás cavar la tumba con tus manos… pero nadie te salvará: ya habrás publicado tus errores: recuerda, eres periodista.

Si a la salida de un concierto o de un estadio, de lo épico o lo íntimo, te toca sentarte frente a un micrófono o un teclado, te hallas en la mismísima antesala del infierno o la consagración. No escaparás. A los pocos minutos, al día siguiente, unos querrán darte la mano, y otros, crucificarte.

Si llegan loas, deja pasar las nubes: recuerda a Matías Pérez y su globo. No te calces los guantes, si discrepan.
Nunca olvides que cada pensamiento vale oro, que a la diversidad ha de rendirse culto, que ellos no pueden multiplicar sus opiniones… y tú eres periodista.

Ser periodista es respetar. No hay nobleza que salga de las manos o la mente, que pueda ser pequeña.
Paciencia, cuando algunos te hagan volver una vez y otra. Las dilaciones son puertas cerradas, que unas se abren y otras… hay que derribarlas.

Una entrevista es beber de un soplo el hálito de una vida. Y te sumergirás en muchas, hasta mejorar la tuya propia.

Ser periodista es ser niño, con los ojos de asombro siempre abiertos. Tener voz, no ser vocero.

Sin embargo, después de dieciséis años de trabajo, estoy investigando aún qué es ser periodista…

2.

Mientras tanto, acompaño casi en la madrugada al actor Adolfo Llauradó, sin saber que aquella conversación desoladora, será la última. Subo a lomo de mulos a la altura, para saber que en pleno siglo veintiuno, en el duro trabajo del café, el alma se conserva como el arroyo de la Sierra. Veo caer de rodillas a medio mundo bajo el sombrero de Compay, y bebo un trago irrepetible brindado por sus manos.

Llevo un gladiolo a la vedette de Cuba para descubrir detrás de los encajes, a La Habana de verdes y de grises. Beso a una reina, le pido una canción sólo para mí, la escucho desgranarla…. ¡Duele, mucho…Elena!

Caimanera. Base Naval. Guantánamo Traspaso la barrera y los prismáticos: el mástil de barras y de estrellas se hunde como una ponzoña. Byrne me habla al oído.

Siento el frío templado del río Bío Bío y el legado de Caupolicán cuando escucho los poemas de una india mapuche, cuyo nombre, como en los viejos tiempos, significa Luna de los primeros brotes. Santiago abre la puerta, cuando José Soler Puig, el novelista mayor, me invita: olor a pan dormido y a honradez.

Sigo las huellas de La Lupe para destejer una vida, un ciclón que llegó del barrio olvidado de San Pedrito a la fama universal. Trato de detener las palabras del Nobel de Aracataca, contra las soledades y los cien años; pero Macondo me hala. Me sostengo, cuando el pintor Marcos Pavón toma el pincel con los labios, con los dientes para pintar la esperanza, después de la poliomielitis.

Estoy a unos centímetros del récord mundial, y piso fuerte. Alzo los brazos ante la eternidad, sostengo la respiración. Salto para apretar las manos de un campeón, Javier Sotomayor. Cruzo la alfombra de pinos, la cancela, para encontrar a Dulce –la amante de un faraón niño–, a María –la del clavel de trapo–. Cuba es quien me recibe.

Converso con un joven, infectado con el VIH, que busca definir el momento en que lo supo:

−No hay palabras, es intentar saltar un abismo y no encontrar la otra pared.

Yo le tiendo la mano, para que pueda hacerlo.

Me interrogo ante aquel domador de fieras que se abre la camisa al cuerpo cruzado de costuras, y aún observa con ternura a los leones.

Asisto al vuelo de Fénix, el de Ana Fidelia Quirot. Rebusco para hallarle un destello, del bisturí y los algodones al oro mundial.

3.

No importa si vas de agenda o de manos vacías; si vas a un funeral o un homenaje, si vas de bailador o de doliente; si has decidido hoy mismo dejar el mundo atrás. La realidad te dará el campanazo, porque has perdido tu nombre para siempre, porque antes ya no existe.

Ser periodista es serlo con las vísceras.

Ser periodista es hacer el amor con las palabras. Ser periodista es dejar el hueso en el papel

(DEL libro inédito: EL HUESO EN EL PAPEL)