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domingo, 22 de junio de 2008
OFICIO DE CRONISTA...
Reinaldo Cedeño Pineda
(Licenciado en Periodismo y Máster en Comunicación Social)
GÉNERO CRÓNICA---- He visto cada cosas queriendo pasar por crónicas…que me he lanzado al ruedo.
Bien lo dijo el crítico Rolando Pérez Betancourt, la crónica es “ese jíbaro”. Algo cuasi inasible, difícil de atrapar, de definir y sobre todo de hacer… porque ya se ha dicho que una delgada línea separa lo sublime… de lo ridículo.
Los manuales de periodismo de mi época de estudiante –principios de los noventa- se enredaban en consideraciones como que la crónica “usaba técnicas de la literatura”, una verdadera estrechez.
¿Buscar fronteras absolutas entre literatura y periodismo? ¿Sería lícito y congruente a estas alturas, hablar de “literatura pura” y “periodismo puro” como si se hablara de dos islas con un océano por medio? ¿Cuánta validez tendrían semejantes “purismos”?
Otros han dicho que la diferencia estriba en que el periodismo es sobre todo “comunicación”, y la literatura, “estética”.
Sigo en el bando contrario.
Si para comunicarse en ambos casos se utiliza la lengua, ¿por qué despojar la idea de sus vestiduras? ¿O peor, es posible que tales vestiduras, envuelvan la idea de manera tal, que esta se oculte entre sus pliegues?
¿Quién puede afirmar que los tropos y las galanuras de la lengua son pura materia “literaria”? ¿Quién las autoriza para un cuento y se las niega a una crónica o un reportaje?
Hay quien ve en la crónica una sustancia: “perio-literaria”.
La lengua es de los hablantes y de los escribientes, independientemente de lo que se vaya a escribir: un cuento, un reportaje, una carta o un breve mensaje.
Hasta en el habla oral, no es posible obviar metáforas, hipérboles o símiles, mucho más de lo que habitualmente se cree.
Deténgase ahora mismo y verá cuantas sorpresas le salen al camino.
Unos dicen que ya no hay “géneros puros”, los han desterrado, y sin que falten cuotas -que la verdad se construye a trazos-… he sospechado que se trata en más de un caso de un comodín, cuando no de una carencia.
Ahí está José Martí, tendiendo el puente: “Dígase la verdad que se tiene, con el mayor arte con que se pueda decirla”.
La idea sin rebajar la forma.
La crónica es el río, el líquido vital por su justo cauce, sin desbordamientos dañinos.
Todo parece quedar fundido en tiempos más modernos con el llamado periodismo literario. Permítame Maestro, acudir de nuevo a su savia esclarecedora:
“Que un periódico sea literario no depende de que se vierta en él mucha literatura, sino de que se escriba literariamente todo”. (José Martí)
En mis tiempos imberbes –cada vez más lejanos- tras un ejercicio de búsqueda y discriminación de textos en español y otros idiomas, logramos un concepto hecho por nosotros mismos, vistas las minusvalías de las definiciones consultadas, al menos a nuestro entender.
Las confusiones de la “crónica periodística” con el “contar los hechos cronológicamente” a la manera de un diario o una carta de relación… era alarmante. Y aún.
Me sentí un descubridor… cuando escribí en la pizarra, impulsado por una de esas profesoras inolvidables, Yamile Haber. Entonces….
Crónica es un relato con libertad de imaginación, donde lo más importante es el elemento emotivo de lo que se narra.
Vuelvo a Rolando Pérez Betancourt, un arriesgado que sabe bien cuanto habla:
“Desde hace mucho tiempo sostengo que se puede escribir una crónica de cualquier tema: un vaso, un río, la noche, un lápiz, una cazuela, mi abuela… Asuntos en los cuales muchas veces no hay un acontecimiento noticioso y la recreación literaria es el mayor interés… Se puede escribir un bellísima crónica sobre una cazuela, pero ¡hay que pulirla!”.
La inclusión de las crónicas entre los “géneros informativos” hace que se insista en lo “informativo” o “actual” que deba tener.
¿El carácter central (la columna de todo), está en el estilo, en el contar; o en la actualidad?
¿Carece de información una crónica?
¿Dejaría de ser crónica, la historia de una cazuela… porque no se trate de la narración de un acto masivo o del triunfo en los Juegos Olímpicos?
Bueno, no nos apresuremos… tal vez habría que ver la historia de esa cazuela, para darle las palmas o un cacerolazo.
¿El cronista escribe de hoy y para hoy; o escribe desde su tiempo, sobre cualquier otro tiempo y hecho… acaso, para todos los tiempos?
¿Por qué entonces leemos algunas crónicas de épocas idas, con igual interés? ¿Se propusieron hacer periodismo, comunicar; o hacían literatura? ¿Hacían ya el periodismo literario que hoy pretendemos “descubrir” y “etiquetar”?
Cuantas interrogantes se agolpan.
Acudo pues al viejo Martín Vivaldi: “El cronista no es como el fotógrafo que reproduce un paisaje; es el pincel de pintor que interpreta la naturaleza, prestándole un acusado matiz subjetivo”.
La crónica es una pintura con palabras, acaso con un pincel muy delicado.
Y sigo: ¿Por qué se le endilga “subjetividad” sólo a la crónica… y “objetividad” a la noticia?
Vieja llaga que toco…
¿Existe una descripción “objetiva” que pueda ser aséptica de ideas?
¿Es que acaso el acto de reflejo de la realidad en nuestra mente, no pasa ya de por sí por la subjetividad de nuestros conocimientos previos, filiaciones culturales y sentimentales?
¿Cuándo escogemos un repertorio de palabras y rechazamos otras… no hacemos ya uso de nuestra prerrogativa “subjetiva”?
¿La realidad pueda ser reflejada con letras, puede ser calcada….o apenas refractada, re-creada?
Incluso, ¿una fotografía capta toda la realidad o sólo aquella parte que enfocamos, que seleccionamos en un determinado instante?
Estoy casi a punto de extraviarme como mis antecesores sobre la crónica, pero les excuso, que de los temas apasionados, no se sale de un plumazo.
Encuentro un asidero en el Diccionario Periodístico de Evelio Tellería. El tiempo le ha pasado, es verdad, pero todavía hay rayos como soles.
“En la crónica, decimos nosotros, como tipo de trabajo en que es fundamental la impresión personal de quien escribe, no hay que ajustarse a patrones propios de la información noticiosa, aunque la crónica contenga fases informativas”.
¿Qué son esas fases informativas? ¿Ciertos asideros con la actualidad? ¿Acaso puede hacerse una crónica desligada de un hecho dado y se necesita remarcar lo de las fases informativas?
¿Y qué es actualidad? ¿Lo que ocurre ahora mismo o un hecho al que le busquemos su arista que “lo traigan” al hoy?
Y lo más importante a mi modo de ver. Condición sine qua non…. ¿Radica el interés de un relato en lo que sucedió esta mañana… o en como se cuenta hoy lo que sucedió tal vez hace muchas mañanas? ¿Eso lo rebaja?
¿Estoy en un atolladero? ¿O en la trampa de las definiciones de las definiciones?
La crónica abre la coraza para que el suceso “penetre” y no se puede hacer desde el aire, ni confundirse con el adorno ni las palabritas hermosas o “pretendidamente literarias”
Recuérdese la delgada raya entre lo sublime y… lo otro.
Y que el periodismo, aunque puede fabular en el aspecto narrativo, no es fábula, ni es invento de hechos que nunca ocurrieron.
Ni se puede escribirse para un periódico, ignorando que posiblemente la imagen o la radio, ya pusieron la noticia en circulación.
Decirlo mejor, se presenta tan importante como decirlo primero. Y decirlo mejor, es ser más intenso.
La crónica es pues, un relato escrito cinematográficamente desde la emoción.
La crónica es el arte de descubrir las alas de un hecho y echarse a volar con él.
La crónica es la estética en función comunicativa.
Regreso a los cronistas. Elio Constantín emite sus ideas:
“La crónica por su carácter de cosa no inmediata, no precipitada, debe poseer más calidad literaria que la simple información o noticia. No se puede como en el caso del reportaje fijar normas estrechas para la confección de una crónica, porque su belleza o su deficiencia irá en razón directa con la capacidad de quien escribe”.
Aunque no creo en la “simpleza” de una información ni en las “normas estrechas” de un reportaje, el experimentado periodista remarca el “yo” del cronista… lo que no quiere decir per se, que el cronista, el “yo”, sustituya al hecho.
Crónica es el relato de un hecho que cala. Y eso determina como es narrado, para que siga penetrando en quien lee, escucha o ve.
La crónica es pues, el relato emocional de un hecho.
Y aquí lo dejo… por ahora. ¿Y usted, no se anima a cronicar?
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