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jueves, 19 de junio de 2008
SER PERIODISTA
Reinaldo Cedeño Pineda
(Licenciado en Periodismo y Máster en Ciencias de la Comunicación Social)
1.
Nunca supe como salí de aquel trance, como me pillaron desprevenido. Debí correr, lo admito, cuando divisé en la distancia el dedo posándose en mi hombro. Debí correr, pero me quedé anonadado, hundido en el banco…
Si yo estaba allí, ¿qué otro podía despedir el duelo?
Cuando aquel señor, entre severo y suplicante, vio la duda en mi rostro, el no en la punta de la lengua me espetó un demoledor; pero… ¡Usted es periodista!, ¿no?
Y lo había dicho todo.
A la parálisis sobrevino la acción. Tomé papel y lápiz, realicé unas entrevistas sumarias, garabateé la despedida de duelo por encargo…. y hasta escuché decir a la salida, que la mismísima difunta me había encargado pronunciar las últimas palabras.
Y es que eso es ser periodista: una marca de nacimiento que te sigue adondequiera que vayas, como tu propia sombra, como tu luz.
Ser periodista sustituirá tu nombre para siempre. Nadie tendrá problemas para dirigirse a ti. Cuando voltees el rostro, te habrás convertido en consejero, confesor, bibliotecario, maestro, siquiatra, historiador…
Algunos creerán que lo tienes que saber todo.
Harás las veces de arquitecto, electricista, plomero, diputado, gurú… pero tendrás que detenerte.
Tendrás que dar aliento a quien confió en ti sin conocerte…. A veces, se han quedado sin más, eres su esperanza. Querrás ser Dios, cuando eres sólo un periodista; pero aún te quedará estremecer las conciencias dormidas.
Escribir es el oficio más solitario del mundo. Una redacción es un taller a punto de estallar, sin torres ni marfiles. Y como buen periodista estarás siempre al filo de la navaja.
Para algunos, andas con no sé que osadía pecaminosa, a medio camino de la literatura, a punto casi. La vida te pondrá el listón más alto cada vez: tendrás que aprender a saltarlo.
Si debes tomar la pluma como un látigo –aunque lleve cascabeles en la punta– no esperes una postal a vuelta de correo. Tendrás que asumir las réplicas y las contrarréplicas. Y sabrás que las verdades tienen dos perros de presa, misteriosos y constantes: la forma y el momento…
Para los tocados por la crítica, nunca llegarás a la forma exacta de expresión. Y la búsqueda del instante adecuado se tornará una utopía, o un espejismo. Podrás verte solo frente a los molinos; pero ser periodista es ser Quijote.
Si por el camino has errado, bendecirás si estás a tiempo de enmendar unas líneas. Si te equivocas, querrás cavar la tumba con tus manos… pero nadie te salvará: ya habrás publicado tus errores: recuerda, eres periodista.
Si a la salida de un concierto o de un estadio, de lo épico o lo íntimo, te toca sentarte frente a un micrófono o un teclado, te hallas en la mismísima antesala del infierno o la consagración. No escaparás. A los pocos minutos, al día siguiente, unos querrán darte la mano, y otros, crucificarte.
Si llegan loas, deja pasar las nubes: recuerda a Matías Pérez y su globo. No te calces los guantes, si discrepan.
Nunca olvides que cada pensamiento vale oro, que a la diversidad ha de rendirse culto, que ellos no pueden multiplicar sus opiniones… y tú eres periodista.
Ser periodista es respetar. No hay nobleza que salga de las manos o la mente, que pueda ser pequeña.
Paciencia, cuando algunos te hagan volver una vez y otra. Las dilaciones son puertas cerradas, que unas se abren y otras… hay que derribarlas.
Una entrevista es beber de un soplo el hálito de una vida. Y te sumergirás en muchas, hasta mejorar la tuya propia.
Ser periodista es ser niño, con los ojos de asombro siempre abiertos. Tener voz, no ser vocero.
Sin embargo, después de dieciséis años de trabajo, estoy investigando aún qué es ser periodista…
2.
Mientras tanto, acompaño casi en la madrugada al actor Adolfo Llauradó, sin saber que aquella conversación desoladora, será la última. Subo a lomo de mulos a la altura, para saber que en pleno siglo veintiuno, en el duro trabajo del café, el alma se conserva como el arroyo de la Sierra. Veo caer de rodillas a medio mundo bajo el sombrero de Compay, y bebo un trago irrepetible brindado por sus manos.
Llevo un gladiolo a la vedette de Cuba para descubrir detrás de los encajes, a La Habana de verdes y de grises. Beso a una reina, le pido una canción sólo para mí, la escucho desgranarla…. ¡Duele, mucho…Elena!
Caimanera. Base Naval. Guantánamo Traspaso la barrera y los prismáticos: el mástil de barras y de estrellas se hunde como una ponzoña. Byrne me habla al oído.
Siento el frío templado del río Bío Bío y el legado de Caupolicán cuando escucho los poemas de una india mapuche, cuyo nombre, como en los viejos tiempos, significa Luna de los primeros brotes. Santiago abre la puerta, cuando José Soler Puig, el novelista mayor, me invita: olor a pan dormido y a honradez.
Sigo las huellas de La Lupe para destejer una vida, un ciclón que llegó del barrio olvidado de San Pedrito a la fama universal. Trato de detener las palabras del Nobel de Aracataca, contra las soledades y los cien años; pero Macondo me hala. Me sostengo, cuando el pintor Marcos Pavón toma el pincel con los labios, con los dientes para pintar la esperanza, después de la poliomielitis.
Estoy a unos centímetros del récord mundial, y piso fuerte. Alzo los brazos ante la eternidad, sostengo la respiración. Salto para apretar las manos de un campeón, Javier Sotomayor. Cruzo la alfombra de pinos, la cancela, para encontrar a Dulce –la amante de un faraón niño–, a María –la del clavel de trapo–. Cuba es quien me recibe.
Converso con un joven, infectado con el VIH, que busca definir el momento en que lo supo:
−No hay palabras, es intentar saltar un abismo y no encontrar la otra pared.
Yo le tiendo la mano, para que pueda hacerlo.
Me interrogo ante aquel domador de fieras que se abre la camisa al cuerpo cruzado de costuras, y aún observa con ternura a los leones.
Asisto al vuelo de Fénix, el de Ana Fidelia Quirot. Rebusco para hallarle un destello, del bisturí y los algodones al oro mundial.
3.
No importa si vas de agenda o de manos vacías; si vas a un funeral o un homenaje, si vas de bailador o de doliente; si has decidido hoy mismo dejar el mundo atrás. La realidad te dará el campanazo, porque has perdido tu nombre para siempre, porque antes ya no existe.
Ser periodista es serlo con las vísceras.
Ser periodista es hacer el amor con las palabras. Ser periodista es dejar el hueso en el papel
(DEL libro inédito: EL HUESO EN EL PAPEL)
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